el hombre en la noche

el hombre en la noche

diarios oníricos


El hombre en la noche enciende una luz para sí mismo (Heráclito)



11 may 2014

Aparición






...Y allá estaba, en el fondo, en el sedimento
que reconvierte incesante la materia en materia,
en el fósil que retorna para hacerse memoria,
en la textura de costra antigua y de dolor de hombre,
seca postilla que al dividirse enciende luz,
como las formas de vida más recónditas,
cual indicios de orígenes maltratados que no renuncian
a su emergencia, y desde allá nos reclamaba,
en la morada de su escondite tenebroso
deviniendo recurso de las huellas más sabias...
¿para saber qué? ¿cómo se siente la violencia
natural acoplada a la mano de los canallas? ¿cómo
se desvirtúa el don de las tormentas
al atravesar los cuerpos más puros? ¿cómo se vuelve
a un principio de vacíos sin apenas
haber probado goces o sin dar tiempo a caer
en los errores que cualquier humano
debe acumular para aseverar que se  ha vivido?
¿o para escuchar cómo chirrían los sonidos
de lo más distante, o cómo se andan los caminos
de lo más obscuro, o cómo paraliza
hasta el último llanto
el amargo sabor de lo abyecto?

Y allá estaba, tejiendo con hilos invisibles
lo que otros llaman historia en abstracto, inútil empeño
si no se protege la vida,
esperando con el silencio más humillante, el del vencido
que no ha tenido opción a defenderse,
mientras vosotros, los supervivientes
normalizábais los quehaceres, pues vivir es seguir,
dicen los profetas de la necedad, pues seguir es olvidar,
claman los corifeos del orden que urgen a preservarlo,
y él esperaba porque intuía,
desde su dimensión de ángel,
que la impotencia no puede quebrar de un golpe
a toda la especie, no puede acabar con la presencia
íntima que se revelaba día a día
en el gran corazón de los fuertes y de los esperanzados.

Él, allí, en otro espacio, donde ya no cabe la tribulación
ni el desamparo, propiedades éstas
de los maltrechos vivos,
pronunciaba vuestros nombres.
Tú le escuchabas, mientras en noches sucesivas
de décadas infinitas te hacías las preguntas: ¿cuántos
están cayendo mientras esperan su vuelta? ¿cuántos
están rayendo su cuerpo con el filo de la angustia?
¿cuántos se esfuerzan en olvidar para no ser pasto
de cualquiera de los infinitos rostros del mal
que se conjuran para destruir a los hombres?
¿cuántos piensan que no va con ellos
sin caer en la cuenta de que la barbarie va a por todos?

Al fin el diálogo ha dado su pequeño fruto.
Y en lo hondo la tierra se manifiesta como siempre:
sagrada y generosa para acoger a los muertos.
Él no renunció a sus propias voces. Y el hombre
se disfrazaba de otros hombres, y su hilo inconsistente
y tibio, pero no apagado del todo,
os enseñó nuevos lenguajes. También el detritus
conjuga sentimientos y aguza
inteligencias que ponen a prueba la bondad.
Aquella sintaxis de resistencia, tesón y búsqueda
removió la tierra falsa que cubría las conciencias
invencibles. No fue tu corazonada
sino su clamor
lo que abrió la ciénaga seca.