el hombre en la noche

el hombre en la noche

diarios oníricos


El hombre en la noche enciende una luz para sí mismo (Heráclito)



21 mar 2014

raíces (huida del ruido)




Demasiado ruido alrededor. El ruido, inútil manifestación del movimiento, interfiere y no me deja crecer. Quiero permanecer quieto, pero me zarandean. Quiero estar callado, pero siempre me pincha alguien para que salte. Quiero dormir y me cierran la huida. Quiero contemplar y desvían mi mirada. Quiero ignorar el mundo y extienden mapas ante mis ojos tristes. Abro la boca para recibir la lluvia y ésta me evita. Extiendo las extremidades y numerosos objetos impiden mi estiramiento. 

 Busco un hueco donde detenerme. 

Una mano dibuja de manera lenta y grácil parte de mi perfil. Una humedad que reconozco me va a incorporando al trazo. Un roce del musgo proporciona placer a las yemas de mis dedos. Un arañazo incrusta el humus entre mis uñas. 

 Es melodiosa la cadencia de un chapoteo próximo.




19 mar 2014

raíces (percepciones)





Es el chapoteo lo que me excluye de lo cotidiano.

Los nervios que emergen de la tierra sostienen bóvedas bajo mis pies. Lo sé por los sonidos huecos que producen mis saltos. Busco hendiduras que me permitan ver el interior. Meto las manos y recibo frescor. Pongo el oído y me responde el susurro de las profundidades. Restriego el lomo de aquellas extremidades rugosas y hago caminar a dos de mis dedos en vertical como si subieran montañas. Luego, todos los demás bajan en tropel de ellas y se raspan. Se rasguñan, cada uno queda marcado por alguna pequeña mota de sangre. A veces por rayones rojos, rectos, impecablemente delineados. Luego, me curo con saliva y froto las heridas con briznas de hierba. Pienso en la escritura inevitable de los primeros cortes. Lo que se aprende y lo que se olvida una vez pasa el escozor. 

Es el olor del piélago oculto lo que me reconforta.



18 mar 2014

raíces (sonidos)




Me alivia saber que soy parte de las entrañas. 

Apenas asoma un fragmento de mí y el árbol sabe mi nombre. Cuando nadie conoce todavía cómo me llamo. He puesto el oído al borde de los pliegues y he escuchado el tiempo. Y los sonidos son: percusión de piedras que se desgajan, aullidos cruzados, galopar de caballos, carreras de chiquillos, alboroto de juerguistas, desfiles de invasores, detonaciones secas, timbales que se combinan, llantos desgarrados de mujeres, martilleo de cinceles, crepitar de bosques enteros, vocerío de mercaderes nómadas, desplome de aldeas de adobe, cánticos de preces siniestras, talas apresuradas, entrechocar de andamios, confidencias tibias, entregas agitadas, y viento. Mucho zumbido de viento y un eco de oleaje crispado que se acerca y se enmaraña con el aire. He pegado la oreja a la crucería oculta que hay debajo y mi corazón se acelera. Todo aquello que llaman tiempo suena estruendoso y se multiplica en sus pronunciaciones. Debo poner rostro a lo no visto. Imaginar movimientos convulsos. Capturar sus ciclos de lentitud. Seguir con mis dedos de niño ciego el trazado del subsuelo herido de vida. Para comenzar aquí arriba un nuevo esbozo. Para aprender a ver. 

Mi cuerpo tirita cuando se ve dibujado allá en la base. 

Mi cuerpo se estremece desde mucho antes. Antes de los sonidos de los animales y del griterío implacable de los hombres. Al escuchar en lejanía todos los sonidos que formaron el mundo.



17 mar 2014

raíces (agujero)





Me atrae mirar el enigma del mundo. 

Como entonces. O desde entonces. Buscando cuanto oculta la oquedad abierta en el tronco de un árbol, cuyo diámetro sorprende, cuya oscuridad asusta. Pero el espacio desconocido es tan amplio que fractura la precipitación de mi mirada. ¿Cómo dirigirme a aquella lágrima que la corteza ha dejado resbalar por su costado? ¿Cómo acercar mi mirada ingenua a un territorio que no puedo abarcar? Hay un registro fósil anterior que es todo un relato sin epílogo. La novela sin fin está allí y me hace insignificante. Acerco la boca a aquella abertura y pronuncio un gruñido, después la imitación de otro animal, más tarde un esfuerzo gutural que quiere decir algo, a continuación un monosílabo que apenas sabe nacer. El silencio. Pero cualquiera de aquellas manifestaciones orales han quedado dentro. ¿Quién las recibirá? 

He permanecido largo rato en guardia. 

En vano una respuesta inmediata. Las respuestas de los mundos se hacen allí dentro. Lo único y lo plural no son excluyentes. ¿Será menospreciado lo singular por la implacable e innumerable legión de expresiones que se van elaborando sin que el hombre intervenga? Cada una de ellas es principio y fin en sí mismas. Yo estoy allí, al borde, para percibir el tránsito. Intuyendo que el secreto de aquel ser de otro tiempo me llama, me responde, me envía señales de renovación. 

 Temo perderme en la dimensión, arrostro el desafío.




15 mar 2014

raíces (lenguajes anteriores)





Y allá abajo escuché el roce de la piel de la naturaleza. 

Y en aquel tacto que percibían mis oídos se oían pisadas de animales diferentes, caídas imprecisas de desigual sonoridad, choques de masas que de pronto enmudecían, detonaciones que parecían terminar con todo, ecos que reverberaban hasta extraviarse en el infinito. Y en aquella vigilia sobre el otro lado crujían ramajes, rechinaban guijarros, chasqueaban rocas desprendidas, susurraba un aire calmo, clamaban vientos agitados, se alternaba la intensidad rumorosa del agua fluyente, se desencadenaban galernas, se arrastraban seres casi imperceptibles, se precipitaban las violentas lenguas de fuego del cielo, y me llegaba el continuo y silente frotamiento de la arena hasta quedar todo momentáneamente detenido. ¿Era el lenguaje de la formación o el de la descomposición? ¿Se trataba de lo naciente o de lo que perecía? ¿Era una llamada o un repudio? No parecía haber resto humano allá abajo. Todo era anterior, todo sin origen, todo sin causa última.

 Tanta voz antigua me llenó de temblor. 

Pero obnubilado por la base del árbol que se abría poco a poco y que acariciaba mis pies quedé paralizado. No por espanto, sino por seducción. Y permanecí a la expectativa, buscando un diálogo improbable con los estratos que me pedían un coloquio con la edad del mundo.





13 mar 2014

raíces (lo pequeño)





Apenas soy sino un apéndice minúsculo. 

Me creo una formación, pero me diluyo entre los tiempos. Yo no escribiría si aún fuera de aquella era anterior. Ni sentiría con las palabras, ni buscaría con la curiosidad, ni construiría castillos inconsistentes con los pensamientos y las ideas. Sería simplemente arena arrastrada de un territorio a otro. Pero ¿acaso no lo soy ahora también? Barro modelado, esbozo pergeñado, trazo caprichoso del azar. Las apariencias y los disfraces de lo minúsculo deslumbran los ojos de la especie que hoy ocupa con presunción la Tierra. Todos sus pobladores se creen el edificio total. Me veo y no me veo, haciéndome. Si el rumor de allí abajo me inquieta, si la humedad que cala mi piel me debilita, si una cierta convulsión me traslada, ¿no habita bajo la fronda algo de mí? ¿No soy acaso también el subsuelo y sus memorias perdidas? 

Cada sensación placentera o dolorosa me habla. 

Su lenguaje, ¿es la manera de vincularme al instante sin tiempo en que fui solamente brizna o nieve? Todo lo que nos parece ordenado se descabala. Cuanto se muestra enderezado se retuerce. La mirada que cree abarcar el universo no pasa de palpar un espacio menor. La consistencia se vuelve fragilidad. La posesión conlleva la pérdida. 

Mis preguntas no pueden hacerse allí abajo. No siento necesidad.



11 mar 2014

raíces (coloquios)






El suelo me posee desde su fecundidad. 

Me sorprendo y me turbo. ¿Qué escucho en la cercanía? Voces que me sujetan, que tiran de mí cada vez más hasta el fondo, que me producen rozaduras con las aristas de la roca virgen, que me hablan con prudencia pero a la vez exigentes, que se dirigen a mí en estos términos: qué hiciste, dónde fuiste, dónde has permanecido, yo la del subsuelo, que te formé de una pizca de mi cieno, que te dejé emerger, que nunca te reclamé hasta que tú te has acercado a tus orígenes, relata lo que has visto ahí fuera, traslada lo que has sufrido, habla de tus sueños, comparte conmigo tu capacidad de sorpresa, dime de tu curiosidad, hazme sentir cuanto amaste, di que en todo cuanto anduviste había sustancia de aquí abajo, y lágrimas de mi misma.

No siento ajenas las voces del viejo ámbito. 

No es un umbral prohibido. No es una entrada cerrada. No es un país desconocido. Bajo las raíces percibo que me hablan sus olores, leo en su materia feraz, camino con la firmeza del que se sabe aéreo y sin que le afecte la gravedad, y en cada paso llevo ingenuamente un punto de luz. Allí dentro todo está más claro y debo mirar con ojos diferentes. 

Me sé híbrido y voy dejando por el camino un hilo de ida y vuelta, simplemente para no olvidar.



10 mar 2014

raíces (puentes)




Cuando el hilo se vuelve raíz. 

O descubres que lo ha sido siempre. Llámalo, si quieres, cordón umbilical. Sé más atrevido: puente, senda, mano. Oscura memoria. Tentado estás a pronunciarlo de otro modo: palabra. No sabes dónde comienza a hacerse visible o dónde es todavía arcano. De los territorios de allá abajo procede todo. Incluso la enseñanza que te proporcionaron germinó bajo tus pies. Has vivido con las ilusiones de la superficie, como la mayoría de los demás hombres. La tierra profunda no se siente agraviada por ello, pues entre sus secretos hay más bondad que en el corazón de los de tu especie. Sois vosotros los que vivís agazapados, no el mundo de las entrañas. 

Quiero saber de vuestra presencia 

para atemperar mis ansias de desconcierto, pronuncio en voz baja. Vivir aquí arriba se hace tedioso. Solo se vive en un combate de imágenes. Nadie se acerca a nadie para sentir al otro. Solo para ver su reflejo. Nadie echa una mano a nadie, como no sea para asegurarse que él se salva también. Nadie escucha a nadie, salvo para oír los propios argumentos rebotados. Nadie busca crecer, pues el alimento que lo posibilitaría no es ingerir un día y otro la misma ración de hastío.

Dejad que me busque entre los pliegues del árbol viejo.




9 mar 2014

raíces (el cuerpo)




Entre ellos me veo. 

No más caduco, sino más hecho. Pliegues y repliegues que se retuercen inocentes. Como mis preguntas: ¿Crecerán más las raíces que las ramas? ¿Puede el ramaje rozar el cielo? ¿Descienden las raíces hasta un punto o amplían la geometría allá abajo sin cesar? ¿Puedo seguir escondiéndome tras el tronco? No me veo en el árbol sino siendo el árbol. Mi extensión en la altura va renunciando a pretensiones. Me siento confabulado en la raíz con cuanto ha ido quedando atrás. El pasado preserva todas las dimensiones. 

El perfil afilado de mi cuerpo tras su cuerpo. 

Cuerpo protector que se te cede. Cuerpo del que comes y en el que bebes. Cuerpo que equilibra tus alegrías y tus estremecimientos. Cuerpo que sientes ajeno y confirmas como propio. Cuerpo que avanza y retrocede. Cuerpo con antifaz y cuerpo descarnado. Cuerpo de temores y cuerpo de osadías. Cuerpo que se ofrece y cuerpo que recoge. Cuerpo con lengua de fuego y cuerpo con llama de saliva. Cuerpo de tierra y cuerpo de aire. Cuerpo generoso y cuerpo flácido. Cuerpo de vagidos y cuerpo de agonías. Cuerpo cara a cara y cuerpo agazapado. 

Escóndete en ti mismo. 

La voz extiende sus lianas y caigo abrazado en lo que es hondo y no se muestra.