el hombre en la noche

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diarios oníricos


El hombre en la noche enciende una luz para sí mismo (Heráclito)



7 may 2022

El hombre caído

 


No soy un hombre caído, aunque lo parezca. Soy un hombre que se acuesta sobre la tierra para escuchar su rumor. Pero al extenderme de bruces sobre el suelo, ¿no me derribo un poco a mí mismo? Si uno no sabe desalojar de sí cuantos detritus ha acumulado con tanta ansiedad innecesaria a lo largo de los años, ¿cómo va a saber escuchar al inmenso mundo que sujeta su débil cuerpo?

Sí, soy un hombre que poco a poco aprende a venirse abajo. No se trata de rebajar el espacio de su estructura mental. Es más bien ocuparlo de otro modo. Perder imágenes superfluas no es perder. Es hacer sitio para que alguna clase de pensamientos no dañinos se expandan sin que se vean impedidos por los más agresivos y vacuos. 

¿Qué oyes?, me pregunta el niño que sale de mí. ¿Los animales del sotobosque? ¿El movimiento telúrico? ¿Pasos que se desplazan? ¿Voces que disputan entretenidas? ¿Las corrientes sumergidas? ¿Los traqueteos de lejanos ferrocarriles? ¿El ulular de los cómplices del viento?

Escucho mi tiempo pasado, le respondo. Y me mira con extrañeza y a la vez divertido. 

Escucho el goteo de la lluvia de todas las épocas.

Escucho el torrente que arrastró vidas y fecundó la tierra.

Escucho la formación del limo que permitió dejar huellas. Y sobre las cuales se edificó.

Hay voces silenciadas que la mayoría ignoran. 

El niño dice que me comprende. Cuando eras niño niño, dice, no entendías casi nada. Pero querías poseerlo casi todo, aun siendo nimio y no percibir su dimensión. 

El niño no cesa en sus advertencias. A ti los gritos de los muertos te estremecen. Las súplicas de los que jamás han levantado cabeza te indignan. La sonrisa bufa de quienes creen haber conquistado la tierra y el cielo te revuelven las vísceras.

Ahora bien, dice el niño, si puedo hacer algo por ti, dímelo. Yo nunca me he ido. Estuve alejado pero tú seguiste dándome cobijo. Te estoy agradecido.

Crecí con el rechazo a cuanto ignoraba.

Crecí subestimando los tiempos proscritos.

Crecí borrando huellas que no conseguía del todo eliminar.

Heme aquí, tendido sobre lo seco y sobre lo húmedo. Sobre lo áspero y sobre lo suave. Sobre el clamor y sobre la mudez. Sobre el regocijo y sobre la tristeza. Sobre el conocimiento y sobre la ignorancia.

No he caído. Nada me ha derribado. Bocabajo hablo con las dimensiones menos reconocidas. 

Donde un cuerpo se hace otro cuerpo.

Donde un cuerpo envejecido se presume creciente. 

Donde ese cuerpo creciente no muere.

Pero, ¿acaso un cuerpo que no quiera reconocerse en su deterioro podría ponerse a salvo de otra manera que no fuera sino acostándose con la tierra?