el hombre en la noche

el hombre en la noche

diarios oníricos


El hombre en la noche enciende una luz para sí mismo (Heráclito)



18 mar 2014

raíces (sonidos)




Me alivia saber que soy parte de las entrañas. 

Apenas asoma un fragmento de mí y el árbol sabe mi nombre. Cuando nadie conoce todavía cómo me llamo. He puesto el oído al borde de los pliegues y he escuchado el tiempo. Y los sonidos son: percusión de piedras que se desgajan, aullidos cruzados, galopar de caballos, carreras de chiquillos, alboroto de juerguistas, desfiles de invasores, detonaciones secas, timbales que se combinan, llantos desgarrados de mujeres, martilleo de cinceles, crepitar de bosques enteros, vocerío de mercaderes nómadas, desplome de aldeas de adobe, cánticos de preces siniestras, talas apresuradas, entrechocar de andamios, confidencias tibias, entregas agitadas, y viento. Mucho zumbido de viento y un eco de oleaje crispado que se acerca y se enmaraña con el aire. He pegado la oreja a la crucería oculta que hay debajo y mi corazón se acelera. Todo aquello que llaman tiempo suena estruendoso y se multiplica en sus pronunciaciones. Debo poner rostro a lo no visto. Imaginar movimientos convulsos. Capturar sus ciclos de lentitud. Seguir con mis dedos de niño ciego el trazado del subsuelo herido de vida. Para comenzar aquí arriba un nuevo esbozo. Para aprender a ver. 

Mi cuerpo tirita cuando se ve dibujado allá en la base. 

Mi cuerpo se estremece desde mucho antes. Antes de los sonidos de los animales y del griterío implacable de los hombres. Al escuchar en lejanía todos los sonidos que formaron el mundo.