el hombre en la noche

el hombre en la noche

diarios oníricos


El hombre en la noche enciende una luz para sí mismo (Heráclito)



16 feb 2014

obscura memoria: confidencias





Con ella a mi lado, ligera y seductora, ¿cómo no perderme en su relato? ¿Cómo no poner imágenes a sus palabras cautivadoras? ¿Cómo no enternecerme con las alegrías de unos y deplorar la insatisfacción de otros? Si ella, siendo quien es, me habla de que los dioses son infelices, ¿no desata acaso dentro de mí una risa peculiar que de por sí se asemeja a un ejercicio de venganza? Si me traslada la frustración que los mortales se imponen porque no transgreden a tiempo las falsas leyes, ¿cómo no voy a irritarme? Si insiste en señalar la errónea y no siempre oportuna utilización de las fuerzas que los de mi condición vamos desarrollando, ¿no va a tentarme caer en desánimo? Pero ella no permite que me deje llevar por el desquite, ni que me enfurezca ni que me ponga triste. Tú no eres ajeno, me dice afable. Ni estás más limpio ni más enfangado, ni más libre ni más sujeto, ni eres más capaz ni más inhábil, ni dispones de más autorización ni de menos consistencia en tus criterios. Admite la experiencia de los demás como tuya propia. Más allá de tus actos y por encima de tus anhelos debes saber que participas de todas las cuitas que atormentan a los otros humanos. Quisiera objetar sus consejos. Quisiera rebelarme contra la claridad que me traslada. Quisiera crecerme en la pequeñez de cuanto no había sido consciente hasta ahora. El necio orgullo tira aún de mí, como si fuese mi amo. La ignorancia antigua se aferra a mis pies, como si fuera la única tierra posible. Pero el calor próximo de la diosa advenediza me conforta. Su silabeo sosegado pone melodía en mi espíritu. Roza mi lecho el olor a tomillo.