el hombre en la noche

el hombre en la noche

diarios oníricos


El hombre en la noche enciende una luz para sí mismo (Heráclito)



22 ene 2014

la maraña




Hay sueños que no se reconocen meramente como sueños. Sueños en los que no parece haber frontera definida ni limitada (¿o se trata de aquello de Celso Emilio Ferreiro a fronteira infinida?) con otro territorio. Sueños que no se reconocen por imágenes figurativas -personas, calles, situaciones, voces- sino por una especie de ramaje intrincado que te atrapa y te anula. Desaparecido en la profundidad de la maraña, sabes que estás dentro pero a la vez tu ansia de libertad -¿también infinito?- dobla tu naturaleza y te ves desde fuera sobrevolando la misma maraña que te oculta. No es confusión, es la pugna entre dos seres -a veces pueden ser dos monstruos- cuyo pulso nunca es ganado por ninguna parte en lid. El sueño solo se mide por un crecimiento desmesurado y boscoso que se convierte en tus piernas, en tu tronco, en tus cabellos, en tus ojos, y que ves y no ves a su través, pues la maraña es hábitat donde sobrevives, guarida donde te proteges de las inclemencias de los hombres. La maraña se ha apoderado también de tus palabras, tampoco quiere saber de tus gemidos ni de tus risas, y solo permanecen allí dentro, disimulados por el rasgueo del viento, el eco de tus latidos. No, tu pensamiento no está a salvo tampoco. Tu pensamiento allí es carencia. Solo resistes, solo prolongas tu tiempo, solo intentas estar bien, solo desproveerte de cuanto te angustia al otro lado del límite. El sueño de la maraña es también un sueño reconductor. Si no despiertas antes de tiempo no percibes el espanto. Te acabas acostumbrando a la maraña, de la misma forma que aparentas sentirte cómodo en la que hay a este lado del sueño. Cuando te preguntas atónito: ¿seremos hijos de la maraña?